Te vas, pero sigues aquí cerca.

Ahora no me va nada bien, el viento sopla fuerte contra mi. Me siento en aquel banco en el que solíamos tirarnos las horas hablando de como sería nuestra vida a partir de ese momento. Me siento en el banco, mientras el viento sopla y trato de sentirte cerca. Te has ido muy lejos, pero realmente estás ahí al lado. Camino con el perfume que te gustaba por las calles en las que no importaba que hiciese frío o calor, tu me abrazabas. Me siento pequeña si no te tengo, me siento pequeña si no me coges de la mano y desamparada si no me dices que me quieres. No se si esto lo hicimos por los dos, por uno sólo o por tratar de resolver lo problemas, la verdad es que da igual. Intento no echarte de menos, que no me recorra un escalofrío si pienso que jamás volverás a decirme todo eso. Intento olvidarte, pero sonrío si te recuerdo mientras lloro porque ya no te tengo. El tiempo pasa, las cosas cambian, los comienzos terminan, la lluvia cae en pleno mes de Junio, los pájaros vuelan un día más y yo sigo echándote de menos. No se donde estas, ni como te va, si has conseguido ser más feliz que yo estos días y si me has echado de menos.


Y aunque las estrellas no brillan esta noche, el viento me hiela los huesos al igual que los recuerdos y  mis sentimientos se rompen en pedazos intento sonreír porque al fin y al cabo me alegro de que hallas sido una de las personas más importantes de mi vida y hoy aún la sigas siendo. Me alegro de que te hallas adueñado de mis días. Me alegro de haberte hecho feliz y hallas conseguido que me sienta bien. Y trato de convencerme de que los finales no son tan malos, que todo lo malo trae algo bueno y que lo único que necesito es tiempo.